Con el confinamiento que provocó la pandemia del COVID-19 muchas personas perdieron su empleo, al punto de verse en la necesidad de “romper el cochinito” y realizar retiros parciales de sus fondos de ahorro, entre ellos sus fondos para el retiro (afores).
De acuerdo con la Comisión Nacional para el Sistema de Ahorro para el Retiro (Consar), durante el 2021, en sólo un mes, el monto retirado bajo dicho concepto llegaba hasta 1,892 millones de pesos.
Sobre esto, es importante señalar que, si bien los retiros en tal caso se realizan por necesidad, la decisión de retirar una parte del ahorro afecta la jubilación de los trabajadores. Esto debido a que corren el riesgo de que les sea negado el derecho a una pensión mensual por no tener el mínimo de semanas cotizadas.
Si bien todo asegurado tiene la opción de pensionarse antes de cumplir los 60 años —siempre y cuando cuente con los recursos suficientes en su cuenta individual para alcanzar una pensión que sea mayor en un 30% a la que el gobierno garantiza—, esto no siempre es recomendable.
Recordemos que entre más semanas cotizadas tengamos al momento de nuestro retiro, y más elevado sea el salario mensual promedio de los últimos años de trabajo, más alta será la pensión que recibiremos al retirarnos. Pero esto no resulta de mucho valor si al momento de tramitar la jubilación ante el IMSS la persona registró menos de 750 semanas cotizadas.
Imaginemos el caso hipotético de una persona que comenzó a cotizar en el Seguro Social en julio de 1997, y que esta misma persona perdió su empleo a inicios de 2020. Con tal empleo la persona cotizaba en el IMSS con un salario de 13,600 pesos mensuales.
Al momento de perder su empleo, la persona tenía 750 semanas cotizadas (poco más de 14 años), por lo que tenía un monto acumulado en su AFORE de 252,000 pesos. Después la persona solicitó un retiro por desempleo al inicio de la pandemia y el monto que le autorizaron retirar fue de 31,000. Esto le implica una reducción de 92 semanas de cotización.
En este caso, la persona se enfrentaría ante dos posibles escenarios al momento de tramitar su jubilación: por un lado, tendría derecho a recibir el monto acumulado en su Afore —por aproximadamente 221,000 pesos—, pero le sería negado el derecho a una pensión mensual por no contar con el mínimo de semanas cotizadas. Esto, al mismo tiempo le provoca perder el derecho a recibir atención médica de por vida, lo cual es otra de las desventajas de jubilarse con menos del mínimo requerido de semanas cotizadas.
Por otro lado, suponiendo que la persona devolviera los recursos que retiró, el IMSS automáticamente le restituye las 92 semanas, y con ello el derecho a recibir una pensión mínima garantizada, equivalente a 5,770 pesos mensuales, así como atención médica de por vida.
De modo que aunque cada trabajador puede retirar y recuperar saldo de su cuenta individual en Afore, lo más recomendable es que éste permanezca intacto hasta el momento de nuestra jubilación. No sólo porque al no hacerlo ponemos en riesgo nuestra situación financiera, sino de salud en nuestra vejez.
Es evidente que disponer de nuestros ahorros al momento que se nos presenta la menor dificultad resulta sumamente atractivo. Sin embargo, debemos tomar en cuenta el daño que, con ello, le generamos a nuestra pensión; más aún, el daño que le haremos a nuestro yo del futuro. No por nada todos los sistemas de pensiones del mundo, de cualquier naturaleza, tienen carácter obligatorio; si esto no fuera así, muy seguramente serían pocas las personas que procurarían ahorrar para la vejez.
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